En uno de los accidentes más extraños de la década un perro disparó accidentalmente (suponemos, aunque es difícil de establecer a ciencia cierta) un rifle calibre .22, con tanta puntería que el proyectil se alojó en las cachas de su dueño. El hombre, fuera de peligro, se recupera de la operación.
Un cazador neozelandés de 40 años había estado de montería con un grupo de amigos en los bosques de Dargaville, en la isla del norte, y se estaba acomodando en el asiento posterior de su coche, cuando su perro saltó encima del gatillo y disparó el arma, hiriéndole en un glúteo.
El cazador, cuyo nombre no ha sido divulgado, fue transportado en helilcóptero al hospital de Whangarei donde ha sido operado para quitarle la bala y ahora se encuentra estable, recuperándose en el hospital.
"Creía que el fusil no estaba cargado", ha dicho a la policía. El hombre ha tenido suerte dentro de lo que cabe, según el sargento Ian Anderson, quien señala que hay que tener mucha precaución en la manipulación de armas de fuego.